En las puertas de las casas de pueblos navarros y vascos encontramos una flor seca colgada ¿qué es? no es una mera decoración, es mucho más, forma parte de la etnografía y creencia popular. Se trata de la Eguzkilore, la flor del cardo silvestre (Carlina acaulis), una planta es perenne de tallo rígido y reducido de hasta unos 20 cm. de altura. Crece casi pegada al suelo y brota en forma de roseta de hojas recortadas y espinosas. La cabeza floral se encuentra en el centro de la roseta. Tiene la característica de que no se marchita, manteniendo siempre su belleza y frescura. Crece en laderas soleadas, barbechos y praderas pedregosas de montaña.
Cuenta la leyenda que en el inicio de los tiempos, cuando los hombres comenzaron a poblar la tierra, no existían ni el sol ni la luna y los hombres se encontraban inmersos en una gran oscuridad, asustados por las numerosas criaturas que salían de las entrañas de la tierra: toros de fuego, caballos voladores, enormes dragones, genios y brujas… Los hombres vivían en cavernas, temerosos y expectantes, hasta que finalmente, en su desesperación, decidieron pedir ayuda a Amalur. Ante la insistencia de sus plegarias, Amalur les dijo:
– “Hijos míos, me pedís que os ayude y eso voy a hacer. Crearé un ser luminoso al que llamaréis Ilargi».
Y así Amalur creó la Luna, que con su brillo pálido iluminó la noche y espantó a las criaturas. Al comienzo, los hombres se asustaron de la luz y permanecieron en sus cuevas sin atreverse a salir. Pero vieron que las criaturas de la oscuridad huían del resplandor de Ilargi, y salieron a celebrarlo, regocijados. Pero el susto de los genios no duró para siempre, y poco a poco, las criaturas de la oscuridad se acostumbraron a la luz de Ilargi, y no tardaron en salir de sus simas y acosar de nuevo a los humanos. Así que los hombres acudieron otra vez a Amalur, pidiéndole esta vez algo más poderoso.
– «Amalur,» -le dijeron- «te estamos muy agradecidos porque nos has regalado a la madre Luna, pero aún necesitamos algo más poderoso puesto que los genios no dejan de perseguirnos.»
– «De acuerdo,» – respondió Amalur- «crearé un ser todavía más luminoso al que llamaréis Eguzki.»
Y Amalur creó el Sol. De esta forma, el Sol sería el día y la Luna la noche. Era tan grande, luminoso y caliente que incluso los hombres tuvieron que acostumbrarse poco a poco. Gracias a su calor y luz, crecieron las plantas y aún más importante, los genios y las brujas no pudieron acostumbrarse a la gran claridad del día y desde entonces sólo pudieron salir de noche.
Pero los hombres, acudieron una vez más a Amalur para pedirle protección durante la noche, ya que los genios seguían saliendo de sus simas en la oscuridad de la noche para acosarlos. Y fue entonces cuando Amalur creó una flor tan hermosa que, al verla, los seres de la noche creerían que era el propio Eguzki y huirían aterrados. Esta es “Eguzkilore” (flor del sol). Y hasta hoy, este es el símbolo de protección que defiende los hogares de los malos espíritus, los brujos, los genios de la enfermedad, las tempestades, rayos y demás enemigos del hombre.
Desde aquel tiempo, hasta hoy, se sigue buscando en los montes la flor del sol para secarla y dejarla colgando en la puerta de la casa para protegerla de los malos espíritus. La creencia popular decía que las sorginak (brujas) y las lamias no podían entrar en las casas hasta haber contado todas las hojas de la planta, pero no eran capaces de hacerlo antes de que amaneciera, teniendo que volver a sus refugios subterráneos. En otras versiones, la mera visión del eguzkilore en la puerta, les hacía creer que era el mismo sol y que ya despuntaba el alba por lo cual debían retirarse a sus cuevas.
(Leyenda extraída de la web Flores y plantas)