A sólo 95 kilómetros de Logroño, la villa de Olite ofrece al visitante un recorrido por la Navarra medieval
Fortalezas, villas amuralladas, torreones almenados o casonas de linaje son elementos arquitectónicos que nos trasladan a tiempos pasados, a una época habitada por reyes, nobles a caballo, juglares o cortesanas vestidas con suntuosos ropajes. Hay lugares en los que resulta más sencillo sentir esa sensación de flashback. Un espacio que al visitarlo produce ese curioso salto en el tiempo es la villa de Olite, situada en la comarca conocida como zona media de Navarra, a poco más de 90 kilómetros de la capital riojana.
El viajero llega a Olite atravesando la extensa llanura que riega el río Cidacos hasta llegar a la villa medieval. A medida que uno se aproxima al núcleo urbano comienza a marcarse en el horizonte la silueta caprichosa del castillo-palacio, uno de los edificios más emblemáticos de la vecina Navarra. Sin perder de vista el conjunto arquitectónico, nos dirigimos al centro de la localidad para aparcar y pasear sin prisas, y ya a pie, por su elegante trama urbana, en la que destacan numerosas casas blasonadas.
El entramado de callejuelas nos guiará hasta la plaza de los Teobaldos, donde se encuentra el Palacio Real de Olite. El conjunto monumental es la prueba del esplendor cortesano que durante la Edad Media vivió la villa. Declarado Monumento Nacional en el año 1925, ocupa un tercio del casco urbano medieval y está considerado uno de los conjuntos civiles góticos más interesantes de Europa.
El castillo está dividido en tres partes: el Palacio Viejo, que actualmente acoge el Parador Nacional de Turismo ‘Príncipe de Viana’; las ruinas de la Capilla de San Jorge, también conocido como palacio de la reina, y el Palacio Nuevo, la parte que se puede visitar del monumento.